Qué mejor manera de
despedir esta segunda temporada de VISIONES en nuestro Taller, que
con nuevas reseñas del público asistente:
"El
sábado, día 15 de junio, tuve el placer de disfrutar de esta obra
junto a mi familia. Tanto el director Antonio de la Fuente, como las
actrices, en conjunción con la autora, han logrado una excelente
puesta en escena donde se recrea al personaje histórico con la
sensibilidad de Margarita como mujer. Margarita, en las voces de
Mercedes y Teresa, nos lleva a un paseo por el Toledo de Garcilaso
donde vivimos los sonidos de la vida de la ciudad y los aromas que la
inundan. Es destacable el juego de la luz con los accesorios de la
escenografía que hacen que se cree una conjunción entre la palabra
y la propia obra. Gracias, desde Almendralejo, a todos por este
trabajo y por vuestra acogida."
Emilia Arroyo
Emilia Arroyo
"...pude
ver una obra interesante, distinta, y muy trabajada por parte de las
actrices que están geniales y maravillosas."
Alberto Heras
Alberto Heras
Y
destacar una extensa reflexión que nos llega de un espectador muy
especial que desde su estrecha cercanía a seguido este proceso de
creación paso a paso:
Retrato
de una pequeña joya, por
Carlos de la Fuente
"Imagínense
que sobre esta hoja de papel estoy pintando un espacio donde dentro
de poco si se acercan a mirar verán aquello que yo previamente ya he
visto. Las impresiones dejadas por lo vivido serán las descritas
aquí.
Se
apagan las luces.
Nos
hallamos, pues, en un espacio rectangular, negro y profundo como el
ocaso del que emergen unas notas roncas, breves detonaciones en el
silencio de la sala, aglutinadoras del tiempo y disparadas al centro
genuino de la voz de la actriz que comenzará la andadura
describiendo un acontecer puro, fijado a fuego en las entrañas de la
noche, acompasadas con la belicosidad del violonchelo.
Un
chorro de voz nos inunda, un estuario de poderosas descripciones
abalizadas sobre un sinnúmero de adjetivos se difunden vigorosas
como figuras de tiempo; hilos soltados al viento irán forjando tras
el aliento descompuesto un entramado de agitados frenesíes.
El
salto ya se ha dado, ahora es necesario corporeizar lo que siendo
tiempo ya es figura, figura encarnada en el tiempo y por tanto,
tiempo ella misma: cuerpo creador.
Y
he aquí la verdadera y genuina dificultad del teatro: ¿cómo dentro
de ese espacio se encarnan las figuras?
Del
texto de Ángeles Carmona: “Visiones de Margarita de Navarra”,
surgen esas visiones: palabras hilvanadas al socaire de estímulos,
apareciendo una voz encantada, enamorada podríamos decir, rompiendo
un dique de palabra ensombrecida.
Será
un encuentro de dos personalidades: Garcilaso y Margarita. Garcilaso
pondrá a los pies de ella su riqueza cromática, enfundado en su
querido Toledo. Margarita ducha en las artes literarias con su fuerte
y arrojado carácter intimidará al poeta, lo encumbrará hasta
arrebatarle al poeta su voz para alumbrar sus propias estancias.
Aquí
había un texto sólido, sólido en sus dos vertientes: en su
coherencia interna y en su espesor, al cual tuvieron que romperle los
límites. No lo hicieron, a mi parecer, con ánimo deconstructivo a
la búsqueda de una esencia que subyaciera al texto, sino en su
literalidad, romper su solidez, pero para encontrarse con lo
encarnado en él. Es decir, para que se encarnara en su vitalidad
había que teatralizarlo, descubrir el cuerpo, que esta vez sí se
hallaba presente en él.
En
lo límites nos encontramos unos ojos, una mirada que busca
interiorizarlo, haciéndolo suyo con la genuina melancolía, arrobo,
excitación y ensombrecimiento con el que pudo hacerlo la autora.
En
el teatro ese centro se pierde, se descentra y dota a las palabras de
un espacio de destino, un muro inflexible, porque este soporte que es
el cuerpo, logre, a través de las actrices rebasar el espacio,
elevarse por encima de sí mismas y alumbrar el interior de ese
espacio sagrado que es la escena.
Es
bajo la batuta del director Antonio de la Fuente como estos pasajes
irrumpen con fuerza desde el primer latido que es cuando se hace el
oscuro. Desde aquellas escombreras del dolor y los recuerdos; y no
olvidemos que todo recuerdo son hilos sumergidos en sombras, en
claroscuros abiertos en canal por los afectos; y de su maestría irá
extrayendo con paciencia de cirujano aquellas figuras materializadas
hasta lo más cercano, consustanciándolas en latido vivo.
De
su mano aparecerá la misma Margarita de Navarra, interpretada
magistralmente por Mercedes Gª-Carrasco, hasta la Conferenciante,
Carlos V y la Ama o Criada, interpretados de manera magnífica por
Teresa Ruiz.
No
se dejen impresionar por la cascada de palabras, todas ellas están
ajustadas con precisión de relojero sobre aquello que sin ustedes
creerlo, igual que el mago sacando flores de su pañuelo, acontecerá
en lo que ustedes allí verán e incluso mucho más de lo que yo en
el papel pueda reflejar. Por eso es por lo que es teatro: un baile de
espectros. Observarán cómo es posible que en un espacio tan
reducido, con una puesta en escena tan sobria, se convoque y
aparezcan tal multitud de seres. Sin poderlo creer se hallarán
rodeados e inmersos en una ciudad, nada menos que el Toledo del siglo
XVI, multitudes arracimadas al paso de una comitiva real venida de
Francia, como comensales de un banquete pantagruélico. Además de
testigos mudos de un desenlace. Serán también público convocados a
una conferencia donde la conferenciante les trasladará a la
simbiosis de los ecos, porque cada eco es una máscara de la voz
inicial que le dio origen hasta llevarlos a los resortes más íntimos
convirtiéndose en espacio de erotismo, en lenguaje de sombras. Se
sentirán por un momento transfigurados, porque el espacio sagrado
que es el teatro y de ahí su poder catalizador de múltiples
espacios, se habrá convertido en un espacio geográfico: una mujer,
Margarita, que sin quererlo irá pariendo, a borbotones, no sólo
escenarios de su vida, sino espacios gloriosos desde una tumba
abierta, perfectamente indicados por la conferenciante, perfectamente
acompañados por la Ama o Criada, perfectamente ensamblados por el
soberano despotismo de Carlos V, perfectamente inquietante por el
juego de los dobles, por el juego del espejo y su reverbero.
Sólo
me cabe añadir la música de José Luis Cid, en su orden pautado,
sirviendo de acceso y colofón, cicatrices de una herida rezumando
congoja en este juego de espesuras.
El
vestuario y escenografía son hitos de Juan Manuel García, intensos
asideros para alumbrar respiros.
Mención
aparte el de las actrices: Teresa Ruíz y Mercedes Gª Carrasco,
estas dos sí que abren senda, sí que alumbran desde sus cuerpos
como cajas de resonancia esos ecos de una materialidad
transfigurándose. Hay que verlas en escena para creerlo. Atónitos
es la palabra que describirá la sensación tras ver el espectáculo.
Por
todo ello les recomiendo encarecidamente esta pequeña joya.
Pero
yo ya emití mi juicio, ahora juzguen ustedes mismos."
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